
- MIRADAS AL FUTURO -
"Microrrelatos del Renacimiento: episodio XI"
VIVIR EL FUTURO
En una ciudad se manifiesta la creatividad humana por excelencia, en ella se acopla el descanso y las actividades diarias. Es lugar para encontrarse, para vivir en familia o en soledad. Es en ella donde nacemos y nos desarrollamos, donde aplicamos la solidaridad, el trabajo o el estudio. En su variedad de lugares, calles, casas, plazas, librerías, parques, lugares de culto, bibliotecas, salones de actos, centros cívicos, bares, escuelas, tiendas, mercados, edificios públicos, etc. la ciudadanía se mueve a sus anchas porque se siente arropada por los mismos o parecidos hábitos que ejercen sus semejantes, en un complejo existir de idas y venidas, que son la imagen dinámica de que el entorno en que nos movemos permanece vivo, y cuyo presente se escenifica en función de un futuro mejor.
La ciudad tradicional ha cambiado de semblante y ahora surgen proyectos que van a modificar la noción que hasta ahora hemos tenido de la convivencia en la polis.
Las ciudades evolucionan, es el signo de los tiempos, de ahí que haya que proyectar nuevas alternativas. ¿Cómo será el Casco Viejo de Miranda de Ebro dentro de veinte años? Si detenemos el tiempo, lo primero que habría que hacer es no repetir el pasado, facilitando a la ciudadanía el acceso a tecnologías que ya están cambiando el presente.¿Invernaderos flotantes? Ya que van a ser calles peatonales, ¿por qué no llenar de jardineras varias partes de las mismas? ¿Cómo nos afectan los nuevos retos? No tengo la respuesta. Se dice que la ciudad más inteligente del futuro será la más ecológica. Con todo, habrá que dejar que las personas creativas diseñen un nuevo espacio de convivencia donde resalten las artes, lo lúdico, lo teatral y lo literario. Esto último no parece útil pero sí sirve para desarrollar las emociones, esas fuerzas que cada vez nos hacen más humanos y más fuertes
En esas perspectivas futuristas me gustaría pasear con mi imaginación. Y así, una vez cerrados los ojos, me figuro el Casco Antiguo de mi ciudad, Miranda de Ebro, como un lugar distinto en el que caben casas de poca altura que no rivalizan con la iglesia de Santa María, cuyas fachadas de piedra, sin pintadas, nos recuerdan el pasado medieval que todavía permanece en sus entrañas. En mi imaginación me veo paseando por sus ilustres y antiguas calles y plazas, lugares emblemáticos que aluden a oficios y actividades medievales. Ahora, en un futuro presente se me figuran limpias, de suelo adoquinado, vértebras viales de un manantial que llegan al teatro Apolo o a la iglesia de San Juan convertida ésta en sala de conciertos donde la población puede acudir a eventos de todo tipo: teatrales, de músicas variadas, de encuentros de cualquier matiz cultural y lúdico. En este espacio, como si fuera un escenario, la imaginación de sus habitantes puede cumplir sus sueños. En la Plaza del Mercado veo una gran pantalla en la que se proyectan habitualmente fotografías y vídeos que recuerdan el pasado: personas relevantes que han protagonizado la evolución de la ciudad, historia de sus monumentos, hechos importantes que hayan sucedido en la misma, etc. para no olvidar de dónde venimos y quiénes nos precedieron. Visualizo también una hermosa y completa biblioteca y un museo etnológico donde se recogen enseres de todo tipo que nos evocan cómo se trabajaba antes, qué oficios eran los más usados. Las riberas del Ebro también son lugares esenciales del espíritu de esta ciudad y más de su parte antigua, por ello tengo el placer de contemplar el río Ebro, limpio y caudaloso, en cuyas orillas hay embarcaderos para que la gente disfrute de sus aguas remando río arriba o dejándose llevar por sus suave corriente. Unas escalinatas en diversas partes del Casco Antiguo facilitan el acceso a las aguas del río. El castillo, junto a la Picota, atalayas desde donde contemplo la explanada que deja el río hacia la Rioja, o el valle hacia el oeste, no han dejado de ser un buen lugar de encuentro para distinguir y disfrutar desde su altura los variados monumentos que jalonan la ciudad.
Ahora bien, no esperemos que nos lo hagan todo: la colaboración ciudadana es imprescindible si queremos vivir en un espacio que nos contente a todas las personas. No es nada fácil conseguir una ciudad ideal sin responsabilidad ni compromiso.
Autor del texto:
José Manuel García Rupérez