
- MIRADAS AL FUTURO -
"Microrrelatos del Renacimiento: episodio IX"
PARRAS SILVESTRES
Yo soy de Sevilla, pero mi familia materna más próxima residía en Miranda de Ebro. Desde que nací a mediados de los años 50 del pasado siglo, he pasado largas temporadas en dicha localidad, principalmente los veranos y muchas veces llegaba en julio y volvía con mi abuela para pasar allí la Navidad e incorporarme después al colegio. Además, cuando terminé la carrera de Biología, mi primer trabajo con nómina fue en el laboratorio de la Azucarera Leopoldo.
Mis primeras estancias en Miranda fueron en un piso, perteneciente a la Iglesia, que tenía alquilado mi abuela en la casa de los Urbina, situada junto al palacete de la condesa de Berberana, que exhibe las cadenas conmemorativas de la estancia de aquel “macrofunesto rey” que fuera Fernando VII. Por lo tanto, mis primeros recuerdos mirandeses están ligados a Aquende, donde tuve trato con mucha gente, amigos y terror al Chantre.
Probablemente, una de las personas que más huella me dejó fue Mercedes Sanz Molinilla, quien desempeñó el puesto de bibliotecaria, primero en el Hogar del Productor y, luego, en el nuevo edificio. Ella me contó, como republicana que era, su terrible experiencia de la Guerra Civil, que había vivido en Asturias. Con Mercedes y con mi tía, Pilar Rubio, subíamos muchas veces por Callejonda o por la carretera de Orón a La Picota, que aún conservaba viñas, al igual que en los alrededores de Bardauri. El viñedo se encuentra ya citado en el Fuero de Miranda, otorgado por Alfonso VI en 1099.
Mi vida profesional y devocional está ligada a la domesticación de la vid silvestre euroasiática y a las plagas del viñedo. El haber participado desde los 6 años de edad en la vendimia de esas zonas citadas y también en La Rioja, me han decantado por ese camino. Éste también lo marcaron mis continuas visitas a los chacolís mirandeses, como los de Chamorro, Pildorita y Samuel. Me encantaba el sabor de las anchoas del bar Cabecillas, inmerso en el grato ambiente de la calle de San Juan, que podía encontrarse en otras tascas como Las Manuelas y, hasta hace muy poco, en la de Pocheto y otras. Por las tardes me gustaba sentarme en la Sidrería, donde intercambiaba sellos con Ricardo de Juana.
Asistí muchas veces a la elaboración de chacolí, donde recuerdo el olor del pisado de la uva y, a veces, la adición de racimos enteros durante la fermentación, para incrementar el contenido de aguja de carbónico, por este sistema de madreo. Cabe señalar que el mirandés Andrés Sojo, en la Exposición Vinicola Nacional de 1877, celebrada en Madrid, obtuvo el premio por su chacolí. Quién iba a pensar entonces que ahora el nombre de Chacolí/Txakolina sea privativo del País Vasco, mientras que el producido actualmente en Miranda no pueda llevar su nombre legítimo en la etiqueta. Al menos, este vino da nombre a la arteria principal de Bardauri. No hay que olvidar que, en 1891, antes de la llegada de la filoxera, Miranda produjo 70.000 cántaras.
Buena parte de mi infancia ha transcurrido apegada a este barrio antiguo con vida propia, donde acompañaba a mi abuela, Benita Blanco, a la compra y a charlar con sus amigas.
Me siento totalmente identificado con los objetivos de la Asociación Renacimiento Centro Histórico (ARCH) con el fin de lograr la restauración de este barrio, donde uno de los objetivos principales es la iglesia de S. Juan. Hay que resaltar su historia, lograr el asentamiento de nuevos vecinos y propulsar su vitalidad comercial y de vida social, catalizada y amenizada por el oportuno chiquiteo y buena gastronomía, de la que es un buen exponente La Higuera.
Respecto a la recuperación de la orilla del Ebro, propuesta por ARCH, habría que plantar árboles y arbustos autóctonos, que yo acompañaría de parras silvestres, que aún se conservan río arriba, en la zona de Sobrón. Estas lianas son dióicas, es decir, hay ejemplares con flores masculinas y otros con femeninas, actualmente se encuentran en peligro de extinción por causas antrópicas. Su fecundación es cruzada y constituyen el parental de las vides cultivadas desde el Neolítico, que son mayoritariamente hermafroditas, con autofecundación.
Autor del texto:
Rafael Ocete Rubio, profesor titular jubilado de la Facultad de Biología (Universidad de Sevilla).
Autor de la imagen:
Javier Guinea, nacido en 1984 en allende, vecino desde hace años de aquende. Científico de formación, artista de corazón.