
- MIRADAS AL FUTURO -
"Microrrelatos del Renacimiento: episodio VI"
HE TENIDO UN SUEÑO
He tenido un sueño, y los sueños se pueden hacer realidad. -Por qué no-, solo hay que creer en ellos y tener el empeño de realizarlos.
Soy muy antiguo, algunos me llaman viejo, ya ni siquiera recuerdo mis orígenes, solo el eterno fluir de las aguas del Ebro en mis orillas, en las cuales se han ido reflejando mis imágenes a través de siglos alejándose río abajo, imágenes de viejos pobladores y culturas que me vieron crecer, de las diferentes gentes que me habitaron, y que me fueron dando vida, de milenios de historia, de guerras que ensangrentaron las aguas que me bañaban, de mis casas colgantes, todo ello ha ido dejando huellas y cicatrices en mi vieja piel, ni siquiera el viejo castillo ya mutilado que me presidía desde un alto llamado La Picota, ha resistido el paso del tiempo, mis viejas casas envejecen conmigo y los pobladores que no ha mucho corrían por mis arterias, fueron buscando otros cobijos alejados de mí, el tiempo es inexorable. El tiempo, siempre el tiempo.
Tengo el orgullo de haber sido el origen y nacimiento de una ciudad, de una ciudad fronteriza abierta a muchas culturas y, como he oído desde mi quietud de siglos más de una vez, una encrucijada de caminos. No se deben olvidar los orígenes, en mi caso soy el origen de todo lo que me rodea y os rodea, soy la historia aún viva de una ciudad, y como ya anciano, necesito cuidados, mis miembros son viejos, pero el tiempo y la historia permanecen en cada calle estrecha, en cada rincón, en cada iglesia, en cada plaza, en la memoria de los más ancianos, no quiero ni debo dejar de ser, el tiempo se ha detenido.
He tenido un sueño, en el que el día era gris, y el Ebro me envolvía con jirones de niebla que ascendían hacia La Picota. No sé, pero me encontraba en una espacio intemporal, los sueños son aleatorios, pero éste tenía sentido en su decorado.
La imagen era de un decorado en el que estaba rejuvenecido, los colegiales ascendían por la vieja cuesta de los judíos vistiendo atuendos no conocidos por mí, las tapias y fachadas de limpias piedras emergían entre viejos y frondosos castaños de indias y plataneros que hacían de bóveda hacia los viejos chacolís, que lucían sus antiguos nombres, ahora rehabilitados. Todo ofrecía una imagen nueva y fresca. En el Ebro, que lucía aguas limpias, los pescadores se disponían a echar las redes como antaño, las fachadas y tejados de mis casas lucían unos nuevos y alegres colores venecianos sienas y ocres bajo la mirada del nuevo teatro. De los balcones pendían innumerables flores y plantas, bajo ellos un conocido pintor descargaba sus cuadros para exponer en una afamada galería de la plaza de España, un agradable olor a café y pan recién hecho recorría las viejas calles y pequeñas terrazas en las que los trabajadores estaban tomándose un descanso, no muy lejos se oían un violín y un chelo, posiblemente de algunos estudiantes del conservatorio, los comercios se preparaban para comenzar el día, al despertar tuve una gran sensación de placidez, parecía que, como a Lázaro, alguien me había dicho levántate y anda.
Soy el casco antiguo de Miranda de Ebro.
Autor de la imagen y texto:
Ricardo Dulanto, nacido en Miranda; donde además de expresar sus dotes artísticas como dibujante, escritor y músico, regenta una farmacia.